Más huracanes, ¿otro lado feo del cambio climático?
Yaremis Orta vive en una pequeña loma, cercana al poblado de San Diego de los Baños, en Pinar del Río, unos 80 kilómetros al oeste de La Habana. Hoy tiene una casa nueva, de tablas de palma. La vieja se la llevaron los vientos de Gustav, uno de los huracanes que hicieron estragos en Cuba, en 2008.
Ante el paso del ciclón, a finales de agosto pasado, Yaremis y sus tres niños fueron evacuados al balneario del poblado, de unos 7.000 habitantes, en la más occidental provincia cubana. Su esposo, Raciel Rodríguez, permaneció cerca de la vivienda, guarecido en la "vara en tierra", una construcción rústica, con techo de ramas de palma, a dos aguas, anclado directamente en el piso.
Historias tras huracanes
Por Raquel Sierra
Desde septiembre pasado cambió la vida de Miguelito, un niño de siete años, tímido ante las preguntas y con una sonrisa escasa de dientes, por la edad. A partir de ese momento, ni su escuela es su escuela ni su casa, su casa.
"Desde que pasó el huracán Ike, que tumbó el techo de la escuela, damos clases en otro lugar, media jornada, porque allí hay otros niños. La casa se cayó, pero mi papá construyó una más chiquita hasta que hagan otra más fuerte", dice sin tristeza, porque el espacio donde solo se conserva el piso le sirve hoy de terreno de juegos, sin los peligros de la calle.
Techos arrasados
Por Dixie Edith / Foto: AIN
Nieves Soler es una de las muchas personas que perdió el techo de su hogar a causa del paso por Cuba de los huracanes Ike y Gustav, en la occidental provincia cubana de Pinar del Río.
Claribel Linares, también de ese territorio, tuvo menos suerte: de su casa, en el municipio de Sanguily, quedaron apenas unas tablas.
"Hemos pasado otros ciclones aquí que se han llevado tejas, árboles y hasta postes eléctricos, pero nunca había visto sonar el viento como esta vez", contó Soler a SEMlac.