En Cuba viven 25 menores seropositivos al VIH y 128 niños, niñas y adolescentes huérfanos de uno u ambos padres. Un total de 1.010 se incluyen entre los afectados, aquellos cuyos padres o hermanos portan el virus.
“El trabajo con niños infectados y afectados es una parte de la gran línea de apoyo a personas con VIH. Surgió en 2000, para dar apoyo a personas con la enfermedad y analizó la necesidad de trabajar con sus hijos como una forma de mejorar su calidad de vida”, explica Norberto Fonseca.
Cuando comenzaron las investigaciones, se identificaron situaciones de discriminación y estigma, sobre todo en el barrio. Aunque no era muy alta, los especialistas detectaron algunas manifestaciones en varias escuelas.
Sin embargo, algo llamó la atención de los iniciadores. Si bien el estudio arrojó agresividad y que los muchachos y muchachas evitaban reunirse con sus semejantes, a la vez mostraba que tenían buenos rendimientos docentes.
Después de este levantamiento, el equipo armó un plan estratégico para trabajar con esa población infantil mediante acciones sociales, culturales y deportivas. La idea era vincularlos con pares de sus edades, para que se sintieran parte de algo y evitarles el aislamiento, que es parte de la discriminación.
Fonseca aclara que algunos desconocen el diagnóstico de sus padres o familiares cercanos.
“Aquí han aprendido a manejar luces, cámaras y micrófonos; a escribir sus propios guiones y salir a la calle a filmar y entrevistar a las personas. Además, con técnicas de juego, les enseñamos también de prevención y comportamientos responsables”, dice.
Noviembre 2009